No hay obligación de tomar partido por ninguno de los bandos ni de las bandas.
No tenemos porqué elegir, si ninguna de las opciones son buenas.
No tenemos porqué elegir, si ninguna de las opciones nos gustan.
No tenemos porqué aceptar lo inaceptable.
No tenemos porqué normalizar lo innormalizable.
No tenemos que decidir entre tantas ofertas.
No debemos aceptar lo malo conocido.
No tenemos que consumir más de lo que necesitamos.
No debemos dejarnos manipular por los grandes medios, ni por los pequeños.
No tenemos que formalizar la corrupción, la hipocresía ni la violencia.
No debemos votar a estos “para que no vengan los otros”, si estos lo hacen mal.
Si justificamos una vez más que los fines justifican los medios, si aceptamos que la corrupción sea inevitable, lo normal o lo cotidiano, entonces dejamos de ser racionales, y el razonamiento es clave para ser humano.
Cuando la sociedad del consumo nos consume es el fin de la humanidad, entonces llegaran los juegos del hambre que tanto han anunciado en las películas.
No tenemos que hacer las cosas porque sí, porque las hacía así mi madre o porque es nuestro derecho como ciudadanos de una democracia.
Es demócrata no votar para no dar la aceptación a la corrupción, la falta de ética o la incoherencia que reina y gobierna hoy en día.
El mejor ejemplo es la acción y el no votar, si no te gusta el sistema, es un gran ejemplo de coherencia. Me gusta la democracia sana pero no en lo que nos está convirtiendo el sistema.
A ninguno de los anteriores.
Si conoces sistemas alternativos, adelante. Sigue tu intuición.
Nosotros seguimos observando desde el otro lado del río, en los margenes de la sociedad, viendo como un bando cree que ha ganado a otro… ilusos ciudadanos.
La sociedad que se cree más preparada, está todavía en pañales.
Pensadlo bien antes de tomar decisiones, pensad en equilibrio entre mente, cabeza y corazón.
Fuente: https://susurrosdeluz.com/panales/