Des Ilusiones

¿Quién no vive con expectativas?

A veces me siento que vivimos en una sociedad en la que hacemos las cosas por objetivos, hemos creado una sociedad empresa.

Tenemos que cubrir unos objetivos semanales, mensuales, anuales… Los propósitos de año nuevo tratan de eso, de ponerse objetivos.

Estamos en la sociedad del bienestar y no se concibe vivir sin un premio al final de cada esfuerzo. Nos ponemos una zanahoria delante de la cara para poder apagar el despertador cada mañana, salir a trabajar aguantando lo que haga falta para poder conseguir ese ansiado caramelo, premio, sueño…

Y cuanto mayor sea el sueño más grandes son las expectativas… Nos repetimos una y otra vez que hemos de aguantar al pesado de mi jefe, al inepto de mi compañero, al gracioso de turno con tal de poder alcanzar la cima de todas las posibilidades de disfrute.

Incluso acaparamos cosas materiales como si de cromos se tratase. Coleccionamos artículos que no usamos en años, libros que ya hemos leído… absorbemos la publicidad que nos rodea y nos inculca esas falsas creencias de necesidades, cosas que creemos necesitamos para alcanzar la felicidad.

Las conseguimos y ¿cumplen nuestras expectativas?

Me ha pasado recientemente, me desilusioné, si, así es, como lo lees… ahora no recuerdo porque fue, lo cual quiere decir que no fue tan importante, pero me hizo sentir y eso es lo que importa, Me hizo reflexionar sobro todo esto. Y llegué a una conclusión: Des Ilusiones a pesar de las desilusiones.

Según los budistas todo es una ilusión, las emociones, lo que observamos… Hay monjes que salen a la nieve en el Himalaya y la derriten con el calor de su cuerpo porque el frío o el calor, son ilusiones. Creamos en nuestra mente todo. Los pensamientos budistas tienen mucho de física cuántica, por cierto.

Una de las tragedias que hemos vivido este año fue el fallecimiento del pequeño Julen en un pueblo del Sur de España. Hasta allí fueron muchos especialistas a intentar sacar con vida al niño que cayó al pozo. Pasaron semanas, todos sabíamos que el desenlace iba a ser el peor pero se mantuvo la ilusión durante el tiempo que duro el rescate del cuerpo del niño. Esa misma ilusión nos mantuvo en vilo, todos esperábamos el milagro mientras el milagro se obraba día a día en cada desinteresada acción de los vecinos que hacían las comidas para todos los voluntarios llegados de todas partes de España o en la cesión de sus hogares a los desconocidos que pasaban por la zona a dar su tiempo por la causa. La espiral de solidaridad creó la ilusión y se hizo el milagro, el ser humano saca lo mejor de sí mismo cunado peor están las cosas.

Los medios de comunicación enfocaron la atención en la entrega y el servicio, mostraron lo bello de la vida, la solidaridad. Es entonces cuando te das cuenta del verdadero valor de las cosas y no hay nada material que llene tanto como las experiencias conscientes, esas que nos hacen parar y reflexionar.

Vivamos como si fuésemos a morir mañana no como si fuéramos inmortales. Así viviríamos sin acaparar, disfrutando de lo que se tiene, no matándonos por conseguir lo que no necesitamos.

Cuando dejas fluir, vives sin expectativas, deseando pero no aferrándote al resultado, es entonces cuando obra el milagro…justo cuando uno se quita la zanahoria que estaba frente a los ojos y se entrega a lo que está por venir con confianza, amor desinteresado y gratitud inmensa.

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