Este cuento se ha escrito entre el 8 y el 18 de febrero por Ares Descalzo, Lola Cordón, Daniela Constantina Stilpeanu, Alberto Calvete Feliu, Jose Escudero Ramos, Rafael Manrique López, Roció Resinos Vargas, Ana Tere Palma, Manuel Visozo, Anaís Pérez.
Idea original y “retoque final» por jose Mª Escudero Ramos
Todo comenzó en Facebook con un Érase una vez…
Érase una vez una niña realmente feliz, era rica aunque su familia vivía en una casa en la montaña, sin agua corriente ni electricidad.
Habían descubierto que en su antigua mansión, llena de lujos, no eran realmente felices, tenían todo lo material pero les faltaba algo esencial. Se percataron de que las riquezas materiales no eran la fuente del bienestar, que la felicidad está dentro uno mismo y que tenían que compartirla con todos los seres, conocidos o desconocidos, muy queridos o menos apreciados, para poder alcanzar la plenitud.
“Si no te gusta lo que ves, cambia tu perspectiva”, fue el pensamiento trasformador tras el que dieron un giro radical a su vida, eligiendo una forma mucho más minimalista, más auténtica, más coherente con ellos y con el planeta.
Rebeca era hija única, gustaba de salir a pasear a esa hora en la que el cielo va mezclando el naranja con el azul y el negro, dibujando un hermoso lienzo diferente cada atardecer. Se podía pasar horas observándolo.
Una tarde, un poco antes del ocaso, durante su vespertino paseo, escuchó a un joven y rebelde adolescente bromeando al verla tan feliz: “Borbon al paredón”. Rebeca, le sonrió, se acercó a él, le acarició su cara y le dijo, mirando profundamente a sus pupilas:
-Hace falta mucho amor para cambiar las cosas, si te amases, no te importaría quien nos represente, pues sabrías que nadie podrá gobernar tus sentimientos.
-Ya sé que es difícil muchas veces mirar y ver con optimismo la vida, cada uno tenemos nuestro camino y hay cuestas hacia arriba_ respondió el joven a Rebeca-, y lo digo precisamente por lo vivido y sentido en el mío, -continuó el rapaz-, lo que quiero ahora es ser entendido y atendido por alguien que conozca y comparta su alegría y felicidad.
-No debes buscar la alegría y la felicidad en los demás_ respondió Rebeca mirándole con gran amor a los ojos_ sino dentro de tu corazón, y cuando la encuentres entenderás que yo soy feliz por ti como tú lo eres por mí.
Andrés, el joven idealista, no entendía a Rebeca.
-Si tú quieres yo te puedo ayudar a que veas y comprendas que la vida es mas fácil de lo que nosotros creemos_ ofreció Rebeca su disponibilidad de ayuda_ pero primero has de saber que el amor no tiene ni nombres ni apellidos. Amar es vivir.
-Muchas gracias, querida Rebeca. Dime entonces qué tengo que hacer para aceptar los posos de rabia que se mantienen en mi corazón; ya sé que todo está dentro de mí, que el ánimo gozoso hace florida la vida así como el espíritu triste marchita la existencia. Sé que mi vida y lo que yo haga de ella, y en ella, está en mis manos, pero todavía recuerdo cómo mi abuelo sufría al sentir tan próximas las barbaries que sobrellevaba su padre y su familia cercana en la lucha contra los abusos de poder monárquicos de su época.
Rebeca meditó un momento… se sentó frente a él, cara a cara y le pidió que sostuvieran un rato la mirada para conectarse a través de los ojos. Al mismo tiempo cogió su mano y la situó en su corazón.
-Escucha los mensajes de tu corazón… allí están todas las respuestas. Nuestros ancestros han pasado por lo que han pasado para que tú y yo estemos aquí, en este preciso instante, en este preciso lugar, compartiendo unos sentimientos que nos han debilitado durante años.
Y así, corazón con corazón, intercambiando miradas, el joven comenzó a llorar…
-Ahora lo entiendo Rebeca. Gracias por tu apoyo. No puedo cargar con todo este peso y tristeza de mi familia. Es demasiado para mi y creo que lo primero que voy a hacer es perdonar en nombre de mis antepasados a los que les hirieron. Perdono su falta de conciencia y me libero de esa responsabilidad._Al decir estas frases en voz alta sintió como su corazón se expandía por todo el universo como solamente los grandes meditadores son capaces de sentir. Percibió una gran liberación y un amor tan grande que las lágrimas que antes brotaban por tristeza ahora lo hacían de pura gratitud, deslizándose por las mejillas cara abajo.
– Benditas lágrimas. Ahora has trascendido el ego. Eres amor, siempre lo has sido pero hasta ahora no habías sido consciente_ dijo Rebeca muy orgullosa.
Rebeca y Andrés caminaron hasta una loma, se sentaron frente al gran sol del atardecer con las piernas en posición de Media flor de Loto y las manos en Gasho.
Juntos sintieron la grandeza del perdón que nos lleva hasta la misma puerta de la felicidad.
Rebeca susurro al oído de Andrés
-¿Acaso no existen miles de posibilidades de realidad interpretadas de cientos de miles de formas diferentes? ¿El bien? ¿El mal? ¿Qué es bueno? ¿Qué es malo? Si algo malo te hace evolucionar, automáticamente se transforma en bueno. Ni siquiera es necesario perdonar. Hoy tú no les has perdonado. Hoy te has perdonado a ti, te has liberado de la mochila del odio. Hoy te has amado. Te agradezco que te lo hayas permitido.
-Hoy yo soy todo amor.
-“Sólo por hoy”, siéntelo todos los días. Yo vivo con la intensidad del amor, con la fuerza de la luz que “somos”.
-Somos, hermosa palabra, gracias, Rebeca Bourbon.
Se quedaron en silencio, agradeciendo el poder ver un nuevo atardecer, sólo por hoy, todos los días.