En el punto exacto en donde se encuentran las coordenadas echamos el ancla y construimos el centro de nuestro mundo, mirando siempre al oriente.
Cegados por la luz del amanecer creemos dejar atrás nuestro lado más oscuro, sin darnos cuenta de que las alargadas sombras que nuestra silueta dibuja en las olas de la melancolía, esconden nuestras debilidades.
Siendo capaces de enfrentarnos sin miedo a los momentos más duros que nuestras vidas nos puedan deparar, podremos pasar horas enteras encerrados en el cuarto del renacimiento. Morir para renacer en el cuarto de la reflexión, de las preguntas y de las dudas.
Sigue leyendo en el siguiente enlace…
Editorial de febrero 2025
El centro del mundo
Cada año que pasa pienso con más firmeza que nos creemos el centro del mundo y que el calendario pasa según nuestras primaveras. Luego me da por observar el globo terráqueo y otras culturas y me siento un ridículo. ¿Dónde se sitúa el oriente en el oriente? ¿Dónde señala la brújula el norte cuando se está en el norte? Perdemos el norte por ir al sur. La retórica, las palabras y las creencias nos hacen perder el rumbo.
Recuerdo la frase de Ortega y Gasset, yo soy yo y mi circunstancia. Medito. Busco en Internet diarios de otros países y leo diferentes titulares.
Yo creo mi realidad, dicen algunos pensadores. Algo que me parece muy interesante es que la creamos en base a los conocimientos y las herramientas de las que disponemos en un momento determinado y con las creencias que hemos crecido.
Sigue leyendo aquí:
Editorial Enero 2025
De la meditación un arte y del arte una forma de crecimiento